La postal de Palenque es una farsa; el poder no se suelta y Washington ya prepara la ofensiva legal.

Claro y Conciso | Alberto Castelazo Alcalá
Columnistas
Política Gurú
@Castelazoa
La imagen bucólica vende extraordinariamente bien. Vemos al expresidente López Obrador en su finca, sentado en su poltrona, predicando bajo la ceiba tropical. Nos vende la idea del sabio retirado, ajeno al mundanal ruido de la política.
Sin embargo, esa postal es una mentira.
Nadie deja el poder absoluto de la noche a la mañana. Por lo tanto, la narrativa del «retiro total» en La Chingada se está desmoronando rápidamente. Y no son especulaciones; son datos duros que hoy salen a la luz.
Recientemente, dos bombas mediáticas han estallado. Ambas confirman que el tabasqueño sigue operando los hilos, pero también revelan que Estados Unidos lo tiene en la mira.
Primero, analicemos el frente interno.
Según reporta el periodista José Gil Olmos en Proceso, el confinamiento de AMLO es una farsa. Fuentes cercanas confirman que el exmandatario ha viajado a la Ciudad de México al menos cinco veces en el último año.
Por consiguiente, sus visitas no son turísticas.
Mantiene reuniones secretas con piezas clave del tablero. Se ha citado con Adán Augusto López y Alejandro Esquer. Pero lo más relevante son sus encuentros con la presidenta Claudia Sheinbaum.
Evidentemente, el objetivo es marcar la línea.
Analizan escenarios de gobernabilidad y, sobre todo, cómo blindar el proyecto ante las presiones externas. De hecho, la salida de Gertz Manero de la FGR parece ser un movimiento acordado en estas cumbres secretas.

Buscan frenar filtraciones peligrosas.
Así, queda claro que López Obrador no escribe sus memorias en soledad. Al contrario, sigue dictando la agenda nacional desde las sombras. No obstante, el verdadero peligro para su «legado» no viene de la oposición local.
La amenaza real habla inglés.
Mientras aquí jugamos a las escondidas, en el norte preparan la artillería. Un editorial de Código Magenta expone la «Ruta de Washington contra Palenque». La administración de Donald Trump no olvida ni perdona.
Y ya empezaron las detenciones.
La semana pasada cayó Manfred Mauricio Quintanilla. Este empresario es una pieza clave en la «Operación Polanco» de la DEA. Las agencias estadounidenses buscan comprobar el financiamiento del Cártel de los Beltrán Leyva a la campaña de 2006.
El cerco se cierra.
Quintanilla está ligado a Mauricio Soto Caballero, un operador financiero del obradorismo. Además, el eslabón conecta con Nicolás Mollinedo, el famoso exchofer y hombre de confianza de AMLO.
Pero eso no es todo.
También apuntan hacia Jack Landsmanas. Investigaciones de Homeland Security señalan al empresario por una red de corrupción masiva en el IMSS, Pemex y CFE. Su pecado capital fue triangular alimentos por petróleo con Venezuela.
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Eso encendió las alarmas en Washington.
En consecuencia, el activismo frenético de López Obrador tiene una explicación lógica. No es amor al arte, es miedo. Sabe perfectamente que, tras las caídas de figuras regionales, él podría ser el siguiente en la lista.
Por eso no suelta el mando.
Su «retiro» es una fachada para mantener la inmunidad política. Hoy, el líder moral de la 4T opera con una mano en el teléfono y la otra cuidándose la espalda.
La tormenta se acerca.
Finalmente, la pregunta no es si Trump vendrá por él. La verdadera interrogante es qué estará dispuesta a negociar la presidenta Sheinbaum cuando Washington pida la cabeza de quien despacha desde Palenque.
El juego apenas comienza.

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