¿Quién avaló al “Comandante H”? La red de poder que lo encumbró

Comandante H

Claro y Conciso

Alberto Castelazo Alcalá

@Castelazoa

La trama que rodea a Hernán Bermúdez Requena, alias el “Comandante H”, no es un simple caso de omisión o ingenuidad. Lo que se configura es una red de complicidades que trasciende lo local y se incrusta en el corazón mismo del poder morenista. La narrativa oficial insiste en que su designación como secretario de Seguridad en Tabasco fue un error de juicio de Adán Augusto López. Sin embargo, las piezas del rompecabezas apuntan hacia una estructura mucho más compleja y peligrosa.

La relación entre Adán y Bermúdez no nació en Morena ni durante el auge de la 4T. Ambos se conocieron en 1992, dentro del gobierno priista de Manuel Gurría Ordóñez. Desde entonces compartieron cargos, jefes e incluso círculos de poder. Jaime Lastra, otro priista reciclado en Morena y hoy coordinador de la bancada guinda en el Congreso local, fue el eslabón entre ambos.

Con Lastra como procurador, Requena fue director de seguridad del Estado. Más adelante, trabajaron juntos en el sexenio de Roberto Madrazo. Después, ya con Manuel Andrade, Bermúdez ocupó la subsecretaría de Readaptación Social. Su currículum no era limpio: fue detenido por la SEIDO en 2006, acusado de estar relacionado con un homicidio. Aunque fue liberado por falta de pruebas, el episodio quedó registrado.

A pesar de estos antecedentes, en 2018 fue reclutado por Adán para su campaña a gobernador. Ya en el poder, López lo nombró director de la Policía de Investigación y, posteriormente, secretario de Seguridad Pública, tras la renuncia de su antecesor. Este movimiento no fue impulsivo ni solitario. De acuerdo con la versión del propio Adán, el nombramiento tuvo el visto bueno del gobierno federal.

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El aval vino del general Audomaro Martínez, entonces jefe del Centro Nacional de Inteligencia. Su palabra bastó para validar la trayectoria de quien más tarde sería señalado como operador del Cártel Jalisco Nueva Generación en la entidad. Audomaro, tabasqueño como Adán y hombre de absoluta confianza del expresidente López Obrador, fue clave en esa decisión.

Durante seis años, el “Comandante H” operó desde las sombras, protegido por las instituciones que debían combatir al crimen. Mientras tanto, en Tabasco se dispararon las extorsiones, secuestros y ejecuciones. Las autoridades, lejos de detenerlo, lo blindaron.

En entrevista reciente, Adán declaró que jamás sospechó de su colaborador. Suena insólito que alguien con vínculos tan antiguos y con antecedentes penales haya pasado desapercibido. No se trata solo de un error. Es una decisión política con consecuencias reales para la seguridad de miles de tabasqueños.

La explicación oficial sostiene que se trató de confianza mal depositada. Pero la historia muestra lo contrario: hubo múltiples señales ignoradas, información disponible y hasta una detención registrada en archivos públicos. ¿Cómo es posible que nadie lo advirtiera?

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Las respuestas apuntan a una red de lealtades tejida durante décadas. En esa telaraña participaron expriistas reciclados, militares al servicio del proyecto obradorista y operadores políticos acostumbrados a mover piezas sin rendir cuentas. Adán, Lastra y Audomaro son los nombres visibles de un sistema que privilegia la lealtad sobre la legalidad.

Este caso no sólo revela negligencia. Devela la forma en que Morena ha integrado a personajes oscuros a sus estructuras, reciclando viejas mañas bajo nuevas siglas. La 4T se comprometió a transformar al país, pero terminó reproduciendo las mismas prácticas del pasado, con los mismos rostros y los mismos pactos.

Bermúdez no llegó al poder por méritos, sino por padrinazgos. Y cuando las cosas salieron mal, todos miraron hacia otro lado. Hoy que se conoce su vínculo con un grupo criminal, el silencio de quienes lo encumbraron se vuelve cómplice.

La pregunta clave no es si Adán supo o no supo. Es: ¿quién lo recomendó? ¿Quién lo protegió? ¿Quién se benefició de sus acciones? Porque el “Comandante H” no cayó del cielo; fue sembrado y regado desde la cima del poder.

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