La soberanía de México enfrenta su prueba de fuego. Mientras Donald Trump firma un decreto que equipara al fentanilo con armas nucleares, Claudia Sheinbaum responde con cautela y «análisis», justo cuando la corrupción golpea sus propias aduanas.
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Claudia Sheinbaum amaneció hoy con un auténtico ultimátum geopolítico en su escritorio, aunque su respuesta oficial parezca peligrosamente tibia frente a la magnitud de la amenaza. Donald Trump cumplió su promesa de campaña más agresiva al firmar una orden ejecutiva que cataloga al fentanilo como un arma de destrucción masiva. Esto deja de ser simple retórica electoral; jurídicamente, esta clasificación abre la puerta a operaciones militares directas en suelo mexicano bajo el pretexto de seguridad nacional estadounidense, poniendo nuestra soberanía en un hilo muy delgado. Mientras Washington afila los drones y la retórica bélica, en Palacio Nacional la postura es de «evaluación y análisis», una diplomacia que parece ir dos pasos atrás de la furia republicana.
La presidenta insistió noblemente en atender las causas profundas del consumo y rechazó tajantemente cualquier intervención militar, asegurando que no se permitirá la entrada de fuerzas extranjeras. Sin embargo, la pregunta incómoda que resuena en los pasillos políticos es si realmente tenemos la capacidad operativa para impedirlo si Estados Unidos decide actuar unilateralmente. El rechazo verbal sirve de poco cuando tu interlocutor busca resultados inmediatos y no mesas de diálogo; los «halcones» de la Casa Blanca no están interesados en la sociología del problema, sino en acciones contundentes que hoy México batalla para demostrar.
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La ironía del día, y quizás el punto más crítico para la defensa de la soberanía, fue el despido de Alex Tonatiuh Márquez, director de Investigación Aduanera, por sospechas de enriquecimiento ilícito y vínculos con el crimen organizado. Aunque Sheinbaum afirmó que “no hay pruebas formales” y que fue una decisión administrativa, el cese debilita enormemente la narrativa de seguridad de la 4T. ¿Cómo podemos garantizarle a Trump que tenemos control total de nuestras fronteras y puertos si nuestros propios encargados de aduanas están siendo purgados por corrupción interna? Este «fuego amigo» es la excusa perfecta que los intervencionistas extranjeros necesitan para justificar que el Estado mexicano está rebasado.
En otros frentes de la conferencia, la mandataria mostró contradicciones preocupantes sobre la democracia. Mientras criticaba duramente el triunfo de la ultraderecha en Chile y lamentaba la reivindicación de figuras autoritarias como Pinochet, en casa propuso una centralización que ha encendido las alertas: la desaparición de los OPLEs (Organismos Públicos Locales Electorales). Bajo el argumento de la austeridad y la duplicidad de funciones, la propuesta podría concentrar todo el poder electoral en el centro, desdibujando el federalismo. La línea entre el ahorro presupuestal y el control político absoluto es cada vez más difusa.
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Finalmente, el gobierno hace malabarismos con el tema del agua y la sequía. Aunque se prometió cumplir con la entrega de agua a Estados Unidos basándose en la disponibilidad de las presas, la realidad climática del norte hace que cumplirle a Trump sea una misión casi imposible sin afectar a los agricultores locales. En resumen, la Mañanera de hoy fue un campo minado: desde la amenaza de invasión justificada legalmente hasta la corrupción en aduanas y la tensión hídrica, Claudia Sheinbaum navega una tormenta perfecta donde su brújula, por ahora, marca una cautela que podría confundirse con inacción ante los ojos de un vecino cada vez más hostil.

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