México volverá a inaugurar un Mundial frente a Sudáfrica en el Estadio Azteca. Dieciséis años después, el Tri juega en casa con otra presión: romper el muro del quinto partido.
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México y Sudáfrica volverán a abrir un Mundial el 11 de junio de 2026 en el Estadio Azteca. Suena a déjà vu futbolero.
Aquella tarde de 2010 en Johannesburgo terminó con empate. Hoy, el contexto cambia, pero el peso simbólico del duelo crece.
Ahora el Tri llega como coanfitrión del Mundial 2026, en un formato de 48 selecciones y tres países sede que aumenta presión y expectativas.
Como recuerda Milton Merlo en su columna para LPO, México siempre se mide distinto cuando juega en casa y la historia lo respalda.
En 1970 y 1986, las dos veces que el país organizó la Copa, la selección alcanzó los cuartos de final, ese famoso quinto partido.
Por eso, este estreno ante Bafana Bafana no es un simple trámite. Funciona como termómetro del techo real del equipo de Javier Aguirre.
El rival tampoco es cualquiera. La Sudáfrica de Hugo Broos llega fortalecida por sus últimas campañas y una generación que compite sin complejos.
En el centro del juego aparece Teboho Mokoena, cerebro del Mamelodi Sundowns y referencia de una selección que mezcla músculo y buena pegada.
Además, el Grupo A no se limita a la fiesta inaugural. Ahí espera también Corea del Sur, comandada por la estrella Son Heung-min.
El cuarto invitado saldrá del repechaje europeo D, un detalle que puede volver el sector todavía más traicionero para los locales.
Mientras tanto, México mira al pasado para inspirarse. En casa, el Azteca suele volverse un aliado emocional, pero también un juez implacable.
La afición exigirá algo más que garra. Pedirá un fútbol claro, orden defensivo y jerarquía para manejar los momentos calientes de cada partido.
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Si el Tri derrota a Sudáfrica desde el arranque, mandará un mensaje potente al torneo: esta vez el objetivo real son las semifinales.
De lo contrario, el fantasma de 2010 regresará de inmediato y la narrativa se llenará de dudas, reproches y viejos miedos conocidos.
México tiene calendario, estadio y talento para dar el salto. Falta demostrar, desde ese primer silbatazo, que también posee carácter competitivo.
Porque en casa, otra caída temprana simplemente ya no tiene justificación posible.
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