Moody’s puso un reflector incómodo sobre México: la deuda y su costo financiero se aceleran. Sin consolidación fiscal ni solución para Pemex, el grado de inversión entra en zona de riesgo.
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México camina por la cornisa de su grado de inversión. Moody’s alertó de que la deuda federal podría rozar el 50% del PIB hacia 2027, sin Pemex.
Además, el costo financiero asfixia. Cerca del 17% de los ingresos se va a intereses, restando margen para salud, educación e infraestructura productiva y seguridad.
Sin embargo, hoy la deuda neta ronda el 44.4% del PIB. El salto reciente preocupa porque encarece el servicio y presiona el presupuesto del próximo sexenio.
Por eso, Moody’s mantiene a México en Baa2, con grado de inversión, pero cerca del filo. La señal exige ordenar finanzas antes de otro sobresalto.
Con todo, el problema no es solo el nivel, sino la tendencia. Sin consolidación fiscal, el perfil crediticio podría deteriorarse y el financiamiento encarecerse aún.

Mientras tanto, Pemex sigue como elefante en la sala. Requiere apoyo permanente y concentra riesgos que, al final, inevitablemente regresan a la tesorería del Estado.
Asimismo, el aumento del gasto inercial complica recortes. Programas sociales, nómina y pensiones absorben recursos; por lo tanto, queda poco espacio para inversión realmente productiva.
En paralelo, el SHRFSP ofrece una foto más amplia de la deuda pública. Aunque no sea la métrica soberana, su trayectoria también exige atención inmediata.
No obstante, hay caminos. Reglas fiscales creíbles, metas plurianuales y una reforma de ingresos podrían elevar recaudación sin frenar crecimiento, estabilizando la curva de deuda.
Además, mayor eficiencia del gasto, licitaciones competitivas y proyectos con retorno social medible liberarían espacio para infraestructura e innovación y crecimiento, sin perder anclas macrofiscales.
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Aun así, el tiempo corre. Posponer ajustes encarece la factura y eleva el riesgo de que el mercado cobre primas altas por financiar al país.
Por ahora, el mensaje es claro: grado de inversión no está garantizado. Se defiende con disciplina, transparencia y prioridad a proyectos que impulsen productividad sostenible.
En síntesis, la foto no es apocalíptica, pero sí urgente. México puede blindar su calificación si acomoda prioridades y enfrenta los pendientes estructurales de fondo.
Al final, el reto es político y técnico. Si el gobierno fortalece ingresos y poda gastos ineficientes, México conservará grado de inversión y ganará crecimiento.
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