Desde los túneles de huachicol en la CDMX hasta la guerra en Sinaloa y el nuevo IVA digital, el Gran Gurú conecta los focos rojos que la 4T quiere minimizar.
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Mientras en el Zócalo la presidenta Claudia Sheinbaum se viste de “revolucionaria”, México sigue pagando facturas pocas heroicas.
En el desfile del 20 de noviembre, la mandataria habló contra el odio y la intervención extranjera. Pero evitó mirar la violencia que la rodea.
El Ejército lució contingentes femeninos y el general Ricardo Trevilla habló de una “deuda histórica” con las mujeres. La militarización se viste de discurso feminista.
Porque el mensaje fue claro: la Cuarta Transformación presume revolución con falda, pero mantiene intacto el poder de los cuarteles y la narrativa oficial.
Mientras tanto, en las calles, la Generación Z negocia horarios con el gobierno para no arruinar el espectáculo, después de marchas con represión y videos incómodos.
Se anuncian nuevas movilizaciones para diciembre y también marchas oficiales.
El riesgo de choques crece, pero la consigna presidencial sigue siendo culpar a “la ultraderecha”.
Y aunque piden “nada de violencia”, la policía capitalina ya demostró que también sabe excederse cuando las cámaras se distraen unos minutos.
Lejos del templete, bajo la tierra de la colonia Observatorio, aparecieron túneles de huachicol tan bien hechos que parecen obra pública… pero sin licitación.
Pemex jura que “no hay evidencia” de robo de combustible, aunque encontró galerías, bidones y olor a gasolina. La negación también se volvió política energética.
Porque el mensaje real es otro: el huachicol urbano sigue vivo, cerca del AICM, y alguien miró para otro lado varios meses.
Más al norte, en Sinaloa, la guerra entre el Mayito Flaco y Los Chapitos deja videos de ejecuciones. Harían sonrojar a cualquier serie de narcos.
Sin embargo, desde Palacio se repite que va “mejor que nunca” y que la violencia es tema “heredado”, como si el sexenio hubiera terminado.
En el frente institucional, el TEPJF vive su propio contubernio. La salida de Janine Otálora abrió reparto de ponencias, plazas y presupuestos entre magistrados acomodados.
Se prometió reforma judicial para “acercar la justicia al pueblo”, pero los arreglos siguen ocurriendo en oficina cerrada, lejos de cualquier consulta popular.
En lo laboral, Ricardo Monreal impulsa la jornada de cuarenta horas. Suena progresista, aunque el gobierno ya prepara una aplicación “gradual” conveniente.
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Esa gradualidad cabe perfecto en cualquier excusa empresarial dispuesta a seguir exprimiendo turnos interminables, mientras presume compromiso social en ruedas de prensa.
Eso sí, para recaudar no habrá gradualidad.
El plan de Pepe Merino contempla subir el IVA a veinte por ciento y dejar dieciséis en pagos digitales.
Traducción: El efectivo de los pobres pagará más, mientras los “ciudadanos digitales” de siempre conservarán tasa preferencial. Revolución, pero con código QR.
Y aunque en Durango la Ley Nicole prohíbe cirugías estéticas en menores tras una tragedia dolorosa, el gobierno federal alcanza a aplaudir desde lejos.
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