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La asistencia de Alicia Bárcena a una cena en honor del embajador estadounidense Ronald Johnson desató una ola de comentarios dentro de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).
El evento, realizado en un exclusivo hotel de Polanco, fue organizado por Larry Rubin, figura cercana al Partido Republicano. Durante la velada, Rubin expresó críticas directas contra el gobierno de la 4T, lo cual intensificó el debate sobre la conveniencia de asistir.
Bárcena no solo acudió a la cena, sino que además compartió mesa con el senador panista Ricardo Anaya. Esa imagen, según fuentes diplomáticas, resultó políticamente incómoda y alimentó versiones sobre sus intenciones internacionales.
Dentro de la Cancillería, algunos interpretan esta jugada como parte de la estrategia de Bárcena para posicionarse como candidata viable para un cargo en Naciones Unidas.
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De acuerdo con voces críticas en el entorno morenista, la actual secretaria de Medio Ambiente ha sido especialmente tolerante con empresas como Vulcan Materials, señalada por disputas ambientales. Consideran que su actitud no obedece a un enfoque técnico, sino a su interés en evitar tensiones con Washington.
Cabe recordar que en anteriores postulaciones multilaterales, Bárcena fue blanco de objeciones por parte de legisladores republicanos. Por ello, su cercanía con Rubin podría responder a una lógica de autoprotección diplomática.
Aunque la cena no tuvo carácter oficial, el discurso de Rubin se percibió como una embestida contra el gobierno mexicano. Este contexto ha elevado el costo político para los asistentes del sector público.
En contraste, Esteban Moctezuma, embajador en Washington, optó por no presentarse. Durante el lunes, difundió entre sus colaboradores el mensaje de que declinó la invitación de Rubin.
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Algunos interpretaron ese gesto como un intento por distanciarse de Bárcena y de cualquier asociación con el ala republicana. La omisión fue leída en Cancillería como un movimiento estratégico.
Esta situación revela la tensión latente entre posturas pragmáticas y lealtades internas en el equipo de política exterior del país. Las ambiciones personales y los juegos diplomáticos parecen estar influyendo en la narrativa institucional.
En medio de estas divisiones, la figura de Bárcena continúa generando tanto respaldo como desconfianza, lo que pone en entredicho la cohesión del aparato diplomático mexicano.
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