CFE: La crónica de una destitución anunciada (y el fracaso de Bartlett)

Crisis CFE

Después de catorce meses de estancamiento y mala gestión, por fin se ha encendido la alerta roja en la Secretaría de Energía (Sener). La inminente salida de Emilia Calleja de la CFE, un cambio que se cocinaba a fuego lento, se aceleró por la falta total de resultados y la soberbia en el manejo de la empresa estratégica nacional.

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Después de catorce meses de estancamiento y mala gestión, por fin se ha encendido la alerta roja en la Secretaría de Energía (Sener). La inminente salida de Emilia Calleja de la CFE, un cambio que se cocinaba a fuego lento, se aceleró por un cortocircuito: la falta total de resultados. No es un simple relevo; es la prueba de que la imposición política fracasó, y quien paga la factura es el ciudadano común.

La chispa que detonó todo fue una reunión crucial en Sener. A la directora Calleja se le cuestionó el atraso descomunal en los proyectos de generación, ampliación y modernización de la red eléctrica. Pero la respuesta fue un silencio largo, seguido de excusas vacías. Es aquí donde el problema se magnifica: proyectos anunciados con bombo y platillo, con presupuesto asignado desde Palacio Nacional, apenas alcanzan el “borrador de cartulina”. ¿Y el impacto? Esto significa más apagones, inestabilidad del sistema y un riesgo institucional creciente.

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El problema de la CFE no es solo técnico, sino profundamente político y administrativo. La tensa relación entre Calleja y Luz Elena González, la funcionaria que la cuestionó, terminó de fracturarse. La soberbia de Calleja al recordarle que “no era su jefa” solo subraya la actitud de intocable con la que llegó a la dirección.

Pero seamos claros: la culpa no es del indio, sino de quien lo hace compadre. La designación de Calleja fue una imposición directa de Manuel Bartlett, a pesar de sus nulas habilidades para la toma de decisiones y el control operativo. Ella no solo falló, sino que rodeó la CFE de un equipo “chafísimo” y sin la mínima competencia o experiencia, como Francisco Cuevas o Gabriela Aparicio. Es una cadena de ineficiencia que se extiende por toda la empresa estratégica.

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Actualmente, temas urgentes duermen en el cajón de Emilia. La crisis operativa en generación es crítica, con más del 42 % del parque operando con más de 30 años de antigüedad. La falta de inversión en transmisión y distribución agrava el riesgo de confiabilidad, y las pérdidas técnicas y no técnicas se disparan a mil millones de pesos anuales. Mientras tanto, la CFE se desalinea de la transición energética, optando por mantener activas centrales obsoletas de carbón y diésel.

Por si fuera poco, la gestión administrativa está plagada de nepotismo, favoritismo y acoso laboral y sexual. En lugar de erradicar conductas violentas, estas se normalizan. El colmo: la renuncia de la titular de la Unidad de Género e Inclusión y, peor aún, que el coordinador de asesores le grite “pendeja” a la directora general, quien aun así se dirige a él como “jefe”. Esto demuestra la podredumbre interna. En conclusión, la salida de Calleja es necesaria, pero no suficiente. Se necesita una purga completa y que Bartlett asuma la responsabilidad política.

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