Adán Augusto enfrenta una ofensiva mediática que, según su equipo, nace en Palacio Nacional. Entre La Barredora y pulsos internos en Morena, el tabasqueño apuesta por resistir.
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Adán Augusto atraviesa su semana más áspera. El caso La Barredora reavivó dudas y tensiones que cruzan la política tabasqueña y la cúpula de Morena.
Según su lectura, hay fuego amigo. Columnas recientes, cercanas al ánimo de Palacio Nacional, lo colocaron fuera de juego y midieron su resistencia.
En Excélsior, Frentes Políticos sumó ruido con acusaciones internas y nuevas presiones. Sin embargo, no existen cargos formales en su contra.
Mientras tanto, Bajo Reserva reportó una reunión en Palacio sin Adán Augusto. Cercanos aseguran que hubo invitación, pero él faltó por agenda.
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Así, el mensaje sería claro: empujarlo a dejar la coordinación por decisión propia, evitando un choque frontal que desgaste al Gobierno.
Como contragolpe, su narrativa liga su caída con costos para el proyecto de AMLO. La apuesta: convertir su defensa en defensa del movimiento.
Al mismo tiempo, el expediente Hernán Bermúdez Requena sigue activo. Hubo avances judiciales y episodios internacionales que tensaron más el tablero.
Aun así, recibió oxígeno: voces en Morena ratificaron que seguirá al frente en el Senado durante el periodo. Eso contiene la sangría.
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Además, el propio Adán Augusto subió el tono ante reporteros y reclamó rigor sobre información reservada en las fiscalías. Marcó límites.
No obstante, su comparación con Rubén Rocha busca un paraguas político: si Sinaloa resiste tormentas, él también puede resistir en Cámara Alta.
Por otra parte, en el entorno parlamentario crecen señales de indisciplina y cansancio con su estilo de mando. La grieta ya se ve.
Finalmente, el coordinador mantiene su mantra: aguantar, mover fichas y evitar errores no forzados. Porque, al final, el costo también se mide en votos.
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