En 2026 el SAT estrenará un arsenal de facultades que va de la prisión preventiva oficiosa a la cancelación de sellos digitales y garantías en efectivo en el Banco del Bienestar. El discurso habla de combatir factureras, pero el alcance real abre la puerta al control político vía fisco.
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En Palacio Nacional celebran que el SAT llegue a 2026 con un “arsenal” nuevo. Para Hacienda es eficiencia; para millones, una señal de alarma.
Detrás del discurso contra las factureras, la Reforma Fiscal 2026 apuesta a recaudar más sin una reforma integral.
Se endurece el látigo, no se amplía la base.
Según la columna de Alfredo González, el mensaje es claro: vienen los “cuatro jinetes” del SAT. No son metáforas, son facultades concretas.
Primero, la prisión preventiva oficiosa para quien el SAT vincule con empresas que emiten facturas falsas.
Basta aparecer en una lista oficial para terminar tratado como delincuente.
Además, la autoridad podrá ir también contra los clientes de esas empresas.
Si no corrigen sus declaraciones en treinta días, cargarán con el estigma de supuesto evasor.
A partir de ahí, entra el siguiente golpe: la cancelación de sellos digitales y el posible congelamiento de cuentas bancarias.
Sin facturar ni acceder a recursos, la empresa se asfixia.
En la práctica, sin sello ni banca, un negocio está muerto.
La lucha contra la simulación es necesaria, pero aquí el contribuyente queda como sospechoso permanente.
Luego aparece el frente financiero.
Garantizar un crédito fiscal ya no será con bienes o fianzas, sino con billetes de depósito en el Banco del Bienestar.
Es decir, el Gobierno exige dinero fresco para poder pelear un adeudo.
Quien no tenga liquidez, que pida carta de crédito, empeñe o hipoteque.
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Este esquema puede sonar técnico, pero pega donde más duele.
Las grandes corporaciones encontrarán cómo cubrirse; las pymes serán las primeras en resbalar en esta pista.
Por si fuera poco, los juicios se verán ante jueces electos mediante polémicos “acordeones”.
Con tribunales cuestionados y un SAT más fuerte, la balanza no luce equilibrada.
Al final, el mensaje del gobierno de Claudia Sheinbaum es transparente: se recauda más sin tocar IVA ni ISR.
El instrumento favorito es un SAT fortalecido, usado como garrote político.
Cumplir será obligatorio, pero confiar será cada vez más difícil.
El nuevo arsenal fiscal se parece menos a justicia tributaria y más a control de daños… ajenos.
Con información de la columna “Equipan al SAT con letal arsenal”, de Alfredo González (Agencia Reforma).
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