Autoridades han ubicado a los jefes de Los Viagras desde hace años; sin embargo, la extorsión al limón y aguacate sigue, incluso tras el asesinato de Bernardo Bravo.
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En Michoacán, los productores viven sitiados. Desde hace tres años, autoridades ubican a líderes de Los Viagras, pero la impunidad se mantiene y el miedo crece cada cosecha.
Además, Nicolás Sierra Santana, “El Coruco / El Gordo”, controla rutas desde el Cerro de Buenavista. Apatzingán, Buenavista y La Ruana siguen bajo su sombra cotidiana.
Según inteligencia militar, operadores como “El 300”, “El Ingeniero” y “El Quemado” coordinan extorsiones y monitorean radios. Así, anticipan movimientos de rivales y de fuerzas federales.
Asimismo, una red de “asistentes” —entre ellas Angélica Gallegos y “La Chola” — baja órdenes a pie de huerta. Por ello, el control permea mercado, transporte y precios.

En Tierra Caliente, los criminales imponen tarifas al limón, aguacate y hasta al pollo. Sin embargo, la denuncia cae por amenazas y represalias inmediatas.
Esa escuela viene de los Caballeros Templarios. Entonces, “ir al cerro” significaba negociar cuotas con Nazario Moreno, “El Chayo”. Hoy, el método se replica con nuevos jefes.
El asesinato de Bernardo Bravo, líder limonero, fue el quiebre. Aun así, los empacadores temen parar; el dinero no duerme y el narco tampoco.
Después, se detuvo a Rigoberto López Mendoza, apodado “El Plátano”. Pero, en registros oficiales apareció como “El Pantano”, abriendo dudas sobre identidades y cadenas de mando.
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Por su parte, Omar García Harfuch anunció un segundo detenido. Sin embargo, productores exigen resultados medibles: cero cobros, libre tránsito y seguridad en huertas.
Mientras tanto, Sedena presume intercepciones desde 2021-2022. No obstante, la cadena criminal se recompone rápido; cambian frecuencias, alias y “halcones” en minutos.
Así, el mensaje al campo es brutal: paga o desaparece. Además, cada alza del limón trae un surtidor invisible: la extorsión que encarece todo.
En síntesis, el Estado sabe dónde están y cómo operan. Pero, sin golpes financieros y mandos presos, la rueda seguirá girando contra el productor honesto.
Por ello, la salida urge: operativos quirúrgicos, denuncias anónimas efectivas, trazabilidad comercial y blindaje logístico. Solo así el campo podrá respirar en Michoacán.

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