
Pit Stop: Lo último en la F1
Alberto Castelazo
@Castelazoa
Política Gurú
Lewis Hamilton ha decidido cambiar el rumbo de Ferrari, incluso antes de que la temporada 2026 comience. Su llegada a Maranello no fue meramente simbólica. Desde su primer día, el siete veces campeón del mundo dejó claro que no está dispuesto a repetir la historia de otros campeones como Fernando Alonso o Sebastian Vettel, quienes pasaron por Ferrari sin conseguir un título mundial.
Durante el Gran Premio de Bélgica, Hamilton fue contundente: no se conformará con formar parte de una estadística frustrante. Su ambición no conoce pausas y ha convertido su primera mitad de temporada en una oportunidad para influir desde dentro.
Aunque Ferrari ocupa el segundo lugar en el campeonato de constructores, la diferencia con McLaren es abismal. Mientras Oscar Piastri y Lando Norris dominan, en Maranello persisten las dudas estructurales.
Por eso, Hamilton no esperó a que se apague la temporada. Durante el receso veraniego, regresó a la sede del Cavallino y activó una ofensiva interna. Se reunió con el presidente John Elkann, el CEO Benedetto Vigna y Frédéric Vasseur, su jefe de equipo. Pero fue más allá.
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Lewis redactó tres informes técnicos con propuestas específicas para el coche 2026. No fue una crítica al aire. Señaló fallas en la suspensión, rendimiento del motor y áreas organizativas del equipo.
En un momento donde muchos pilotos desconectan, Hamilton convocó a más de 30 ingenieros para debatir ideas y proyecciones. Quiso influir desde la raíz, desde la hoja en blanco del reglamento 2026.
Su objetivo es claro: lograr su octava corona y superar a Schumacher. Sabe que el nombre Ferrari exige más que pasión; demanda estructura, precisión y liderazgo.
Para lograrlo, Hamilton ha comenzado a moldear el futuro del equipo. Ha exigido orden, compromiso y visión. Mientras otros aún esperan cambios, él los ha iniciado.
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Este enfoque no solo lo distingue de sus antecesores, sino que también marca una ruptura. A diferencia de Alonso y Vettel, que se frustraron con promesas incumplidas, Hamilton tomó el control de la narrativa.
El mensaje es directo: no ha llegado para sumar podios, sino para dejar un legado. Y eso empieza desde adentro, sacudiendo la cultura del equipo.
En Maranello, su actitud ya genera eco. Lo ven como una figura de presión, pero también como una esperanza. Y en un entorno donde las expectativas siempre son extremas, tener a Hamilton al mando de los cambios es una apuesta que Ferrari no puede darse el lujo de desperdiciar.
Porque si algo ha quedado claro es que Hamilton no quiere ser parte del problema. Él quiere ser la solución. Y si Ferrari le sigue el paso, la historia podría escribirse distinta esta vez.
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