El 1º de septiembre marca un viraje institucional: entre sobrerrepresentación, acordeones y control político, el Poder Judicial pierde independencia, según el análisis inspirado en Historias de reportero.
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Los nuevos ministros abrieron las puertas del recinto. El gesto fue folclórico; sin embargo, preocupa el fondo: avanza el autoritarismo y se estrecha la democracia.
Este análisis se basa en Historias de reportero de Carlos Loret de Mola en El Universal. Explicamos por qué el Poder Judicial quedó bajo sospecha.
Además, Morena y aliados lograron 57% de votos y acabaron con 73% de curules. Eso lo avalaron INE y Tribunal Electoral, claramente contundente también, institucionalmente.
Asimismo, la elección judicial participó apenas el 10% del padrón y circularon acordeones para inducir preferencias. Por ello, muchos cuestionaron el proceso desde su arranque, seriamente.
Como consecuencia, el 100% de la Suprema Corte y del Tribunal de Disciplina Judicial quedó en manos afines. Así, la independencia se debilitó desde diseño.
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Además, el relato oficial presume renovación moral. No obstante, brilla la ausencia de contrapesos reales: la nueva estructura parece hecha para obedecer, no para deliberar.
México no es una dictadura; sin embargo, la ruta apunta allá. Por eso, el 1º de septiembre queda como hito de un viraje institucional nacional preocupante.
Los símbolos —togas, vestuarios, limpias o bastones— importan menos que las reglas. Así, lo esencial es cómo nombraron a quienes deciden hoy sobre libertades, realmente.
En la práctica, cuando un Poder Judicial se subordina, los ciudadanos pierden garantías. Por tanto, también contratos, inversiones y derechos terminan sujetos al capricho político.
Asimismo, la confianza se erosiona. Entonces, la incertidumbre jurídica encarece todo y, con frecuencia, desincentiva el riesgo, justo cuando se prometen crecimiento, seguridad y estabilidad.
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¿Qué queda? Todavía existen sociedad civil organizada, prensa y academia. Aun así, la carga será aún mayor, probablemente, si la cúpula neutraliza los contrapesos institucionales.
En paralelo, la escena política nacional se reacomoda. Sheinbaum consolida control; mientras tanto, Andy y Adán pasaron a filas posteriores, proyectados como piezas en declive.
La presidenta, si pretende inhabilitarlos, deberá actuar con decisión. De lo contrario, la política mexicana suele conceder segundas oportunidades a quienes parecían fuera del juego.
En suma, no discutimos la forma, sino el fondo. Por ello, marquemos la fecha: el 1º de septiembre puede ser principio del fin de la independencia.

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