Pulso en Morena: Alcalde y Brugada desafían a Adán Augusto por la Mesa Directiva del Senado. El 28 de agosto se definirá la influencia.
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Morena atraviesa una disputa intensa en el Senado. La influencia de Adán Augusto López se ha visto reducida en un momento clave: la renovación de la Mesa Directiva. Esta situación ha abierto un pulso político en el que Luisa María Alcalde y Clara Brugada buscan imponer a sus candidatas, desafiando el control interno del exsecretario de Gobernación.
Alcalde impulsa a Laura Itzel Castillo, senadora chilanga, hija del histórico líder Heberto Castillo y cercana a Claudia Sheinbaum. Además, cuenta con el respaldo directo de Gerardo Fernández Noroña, quien en junio declaró que era “una compañera de primerísima, de trayectoria social y política impecable”. Ese respaldo fue interpretado como una señal de coordinación con Palacio Nacional.
En contraste, un bloque cercano a Adán Augusto apuesta por Verónica Camino Farjat, quien suma siete años como Secretaria de la Mesa Directiva. Su experiencia y permanencia en el cargo le otorgan ventajas, y su candidatura fue promovida directamente por López Hernández. El apoyo se fortaleció tras la declinación de la sinaloense Imelda Castro, que decidió no competir por la presidencia.
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Mientras tanto, Clara Brugada impulsa a Guadalupe Chavira, exalcaldesa de Milpa Alta y senadora suplente de Citlalli Hernández. Chavira es una operadora política con larga trayectoria en el obradorismo y mantiene vínculos con Martí Batres y Rigoberto Salgado, quienes coordinaron la estrategia territorial de Brugada en la Ciudad de México.
La disputa interna se complica por el contexto personal de Adán Augusto. Su cercanía con el exsecretario de Seguridad de Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, ha generado cuestionamientos. Bermúdez enfrenta acusaciones formales de narcotráfico y delincuencia organizada, señalándolo como fundador del cártel tabasqueño de La Barredora cuando manejaba información sensible de seguridad pública. Estos señalamientos han debilitado el poder político de López Hernández dentro de Morena y del Senado.
En este escenario, la elección de la nueva presidenta de la Mesa Directiva, prevista para el 28 de agosto, se convierte en una prueba decisiva. Ese día, durante la plenaria legislativa de Morena, se medirá la fuerza real de cada corriente interna. La definición no solo tendrá implicaciones operativas para el Senado, sino que también marcará el rumbo político de la bancada oficialista.
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El control de la Mesa Directiva significa encabezar la agenda legislativa, conducir debates y representar al Senado ante otros poderes. Por eso, esta disputa no es un simple protocolo, sino una batalla estratégica. Si gana Castillo, se interpretará como un triunfo de Sheinbaum y Alcalde. Si lo hace Camino, Adán Augusto podría recuperar margen de maniobra. Y si Chavira logra imponerse, Brugada consolidaría un espacio de poder clave rumbo a futuras aspiraciones.
La sociedad seguirá de cerca este pulso político porque el Senado es pieza fundamental del diálogo nacional y de la aprobación de reformas relevantes para el país. Lo que ocurra el 28 de agosto tendrá repercusiones inmediatas en la unidad interna de Morena y en la forma en que la 4T proyecta su fuerza de cara a próximos desafíos.
En definitiva, la contienda por la Mesa Directiva es más que una elección interna: es un termómetro del liderazgo, la cohesión y la capacidad de negociación dentro de Morena.
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