La reciente reunión en Palacio Nacional confirmó el nuevo orden: Harfuch manda. Entre regaños a gobernadores morenistas y aplausos de la oposición, el Secretario de Seguridad consolida su poder absoluto tras los cambios en la Fiscalía.
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La reconfiguración del poder en México ya tiene rostro y apellido: Omar García Harfuch. Durante la encerrona del Consejo de Seguridad en Palacio Nacional, quedó claro quién lleva realmente la batuta. No fue un diálogo, fue un pase de lista donde el “Superpolicía” dejó sentir su mano dura, avalado por la presidenta Claudia Sheinbaum.
El momento más tenso se vivió cuando Harfuch, sin titubeos, exigió gratitud al gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla. La razón es simple: sin la intervención federal tras el asesinato del alcalde Carlos Manzo en Uruapan, la administración estatal habría colapsado. Por lo tanto, el mensaje fue claro: aquí se obedece y se agradece, porque solos no pueden.
Sin embargo, lo más jugoso del encuentro no fueron los regaños, sino las alianzas. Mientras los propios morenistas sudaban frío, la oposición se deshizo en halagos. Gobernadores como Esteban Villegas (Durango) y Mauricio Kuri (Querétaro) ven en Harfuch al único interlocutor válido. En consecuencia, el secretario capitaliza logros como la captura de “El Limones”, operando con una eficacia que incomoda a los puristas del movimiento.
El escenario se completa con la caída de Alejandro Gertz Manero. Con la Fiscalía ahora en manos de Ernestina Godoy, Harfuch ha colocado a sus alfiles, Elizalde Mora y César Oliveros, en puestos clave de Inteligencia y Delincuencia Organizada. Efectivamente, el control es total. Ya no hay contrapesos internos que frenen su estrategia; la seguridad nacional se maneja, de facto, desde su oficina.
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Por otro lado, quien salió con la cabeza gacha fue Rubén Rocha Moya. El gobernador de Sinaloa, atrapado en la guerra entre La Chapiza y La Mayiza, se quejó amargamente en los pasillos: “A mí me dijeron que en cuatro meses resolvían todo”. Evidentemente, la paciencia en el centro se agota y la protección política empieza a diluirse ante el desastre en el norte.
Finalmente, la reunión dejó una radiografía brutal: un Secretario de Seguridad empoderado que recibe aplausos de los contrarios y exige sumisión a los propios. La 4T tiene un nuevo hombre fuerte, y al parecer, a muchos dentro del obradorismo eso les quita el sueño más que la propia inseguridad.
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