PAN bajo tensión por la buena sintonía con Morena en el Bajío

En Querétaro y Guanajuato, la cordialidad de sus gobernadores panistas con el gobierno federal está encendiendo alarmas internas. Entre rumores de acuerdos y presiones políticas, el Bajío vive horas tensas.

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En el corazón político del Bajío, la aparente buena sintonía entre los gobernadores Mauricio Kuri y Libia García con la 4T ha comenzado a encender las alarmas dentro del PAN. Lo que en un principio parecía una estrategia de “no confrontación” para mantener relaciones fluidas con el gobierno federal, hoy se percibe como un gesto demasiado complaciente, y con ello, el rumor de posibles acuerdos de carácter electoral ha ganado terreno.

En Querétaro, la tensión se palpa con claridad. El exgobernador Francisco Domínguez no oculta su incomodidad con la postura moderada de Kuri. Su mensaje es directo: para apoyar al alcalde Felifer Macías, candidato afín al actual gobernador, primero es necesario elevar el tono contra Morena. No fue casual que, hace apenas unos días, Kuri y la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, protagonizaran un cruce verbal. Más que un episodio aislado, se interpretó como un movimiento obligado para calmar las aguas dentro de la militancia panista.

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La historia se repite en Guanajuato. La gobernadora Libia García ha optado por una relación institucional sin roces con el gobierno de Claudia Sheinbaum, pero en su última reunión con Marcelo Ebrard, secretario de Economía, esa cordialidad fue llevada al siguiente nivel. Los eventos oficiales mostraron una cercanía absoluta y, sobre todo, una exclusión evidente: no se convocó a los críticos internos del panismo local. Esa ausencia, más que un descuido, fue leída como un mensaje político. Y, como suele suceder en política, las interpretaciones no tardaron en multiplicarse.

Ambos escenarios, aunque con matices, reflejan un mismo dilema para el PAN-Bajío: ¿es posible mantener una estrategia de cooperación con el gobierno federal sin que ello erosione la cohesión interna? El riesgo de fractura está presente. El panismo tradicional, que históricamente ha defendido una oposición frontal a Morena, mira con recelo cada gesto de cordialidad. Y mientras más se prolongue esta postura “institucional”, mayor será la presión de los sectores más duros del partido.

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El reto no es menor. En Querétaro, las elecciones de 2027 ya asoman en el horizonte, y cualquier señal de debilidad interna podría comprometer la continuidad del PAN en el gobierno estatal. En Guanajuato, el desgaste de la seguridad pública y la presión social obligan a la gobernadora a mantener el puente con la federación, pero sin que ello sea percibido como un viraje ideológico.

En política, la línea entre pragmatismo y traición suele ser tan delgada como frágil. En el Bajío, esa línea está a punto de ponerse a prueba. Lo que hoy parece una jugada estratégica para asegurar gobernabilidad, mañana podría convertirse en el argumento perfecto para una rebelión interna. Y, como todo buen ajedrez político, la próxima jugada podría redefinir el tablero.

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