Golpes en la permanente, dardos en la mañanera y réplicas en conferencia: Sheinbaum, Alito y Noroña llevan la pelea del pleno a los micrófonos.
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La pelea del Senado saltó a la mañanera. Claudia Sheinbaum calificó a Alejandro “Alito” Moreno como “porro”, tras la trifulca con Gerardo Fernández Noroña.
Seguidamente, la presidenta sostuvo que el episodio refleja “lo que es el PRIAN” y un “autoritarismo enorme” en la oposición. Evitó hablar de desafuero.
El contexto importa. La gresca ocurrió en la Comisión Permanente, donde Alito irrumpió en la mesa directiva y desató empujones y golpes con Noroña.
Además, videos muestran el arranque del altercado y posteriores amenazas mutuas. La narrativa de ambas partes se contradice en tiempos y motivos.
Por su parte, Sheinbaum revivió su recuerdo de los “porros” y señaló a Jorge Romero como “jefe del Cártel Inmobiliario”. El dardo fue directo.
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Sin embargo, Alito respondió rápido. Pidió que la presidenta “se dedique a gobernar” y acusó polarización desde Palacio. “No nos van a doblar”, dijo.
También defendió que no inició la agresión y responsabilizó a Noroña de provocarlo. Incluso presumió que “no le teme” al desafuero.
Más allá del pique, hay dos lecturas. Primero, la oposición busca visibilidad en un Congreso mayoritario. Segundo, el oficialismo usa el incidente para cohesionar.
Asimismo, la etiqueta “PRIAN” regresa a escena en pleno armado del Paquete Fiscal 2026 y de la agenda de reformas. El timing no es casual.
Porque, mientras el foco va a los golpes, la discusión de fondo se diluye: reglas del debate parlamentario y límites del discurso incendiario.
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Además, hay un ángulo de reputación institucional. Cuando la tribuna se convierte en ring, la ciudadanía percibe que el diálogo pierde valor.
En síntesis, Sheinbaum y Alito trasladaron el pleito a micrófonos. Aunque el round de hoy es mediático, el siguiente será jurídico y político.
Así, vendrán denuncias cruzadas, comisiones de investigación y más discursos encendidos. Sin embargo, el costo lo paga el prestigio del Senado.
Por ello, conviene mirar los videos, no los eslóganes. Allí están las secuencias, los empujones y los gestos que cada bando omite.
Y ciudadanía observa. Todos toman nota.
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