Violencia en el Zócalo, marchas que se multiplican en el país, pudrición en Tabasco, fichas nuevas en Michoacán y un INE bajo presión. El Gran Gurú repasa el tablero que la 4T preferiría no mirar.
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El sábado el Zócalo ardió otra vez. Miles de chavos de la Generación Z marcharon contra la inseguridad, rentas caras y sueldos de risa. Al final, como siempre, llegaron los encapuchados. Rompieron vallas, se pelearon con la policía y le regalaron al gobierno el pretexto para descalificar la protesta. Mientras tanto, México fue exhibido en noticieros y cadenas internacionales. Algunos medios contaron las marchas pacíficas en varias ciudades; otros solo se quedaron con pedradas, gas, heridos y detenidos. Luego aparecieron los influencers de siempre. Uno hasta habló de un gobierno “al borde del colapso” y de una presidenta comunista patrocinada por China. Tranquilos. El país no se cae hoy, pero sí se resquebraja. Porque, aunque la protesta se criminalice, la lista de desaparecidos, cobros de piso y masacres sigue creciendo.
Para rematar, la violencia “aislada” fue condenada por la Suprema Corte. Indignados por los rayones en su edificio, menos urgidos por sus más de mil asuntos atorados. Ahí siguen esperando temas como la prisión preventiva oficiosa y la militarización del aire. También duermen decenas de acciones de inconstitucionalidad que incomodan a Palacio. Prioridades, le dicen.
En paralelo, el ajedrez de la seguridad se mueve. En Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla estrenó secretario de Seguridad: José Antonio Cruz Medina, cuadro cercano a Omar García Harfuch. Oficialmente, es parte del nuevo plan de pacificación. Extraoficialmente, suena a intervención federal disfrazada de ayuda al gobernador que dejó pudrir el estado entre cárteles rivales. Algo similar ya se vio en Sinaloa. La federación manda soldados y mandos, pero el control político es presumido por el gobernador mientras la gente sigue contando balazos, no resultados.
Y si hablamos de pudrición, hay que mirar a Tabasco. Ahí el hermano incómodo, José Ramiro López Obrador, pasó de denunciar la mugre a guardar silencio conveniente. Cuando estalló el caso Hernán Bermúdez y la banda de La Barredora, el secretario de Gobierno hablaba de que “ya salía toda la podredumbre”. Hoy remite todo a la Fiscalía. Parece que la podredumbre huele menos cuando salpica al grupo de casa. Ahí la 4T deja de ser justicia social y regresa a sus viejas mañas de tapadera.
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Desde San Lázaro también se movió el tablero. Ricardo Monreal pidió canalizar el enojo hacia las urnas y “votar contra el régimen” si no gustan los resultados. Suena valiente, pero en Morena más de uno tragó saliva. Porque, si la Generación Z convierte la rabia en votos, el tsunami puede darle la vuelta al mapa. El que también se juega mucho es el INE. En 2026 se van Claudia Zavala, Dania Ravel y Jaime Rivera, de las voces más críticas dentro del Consejo. Si el oficialismo llena esas sillas con perfiles a modo, la cosa se pone seria. Para 2027 habrá elecciones intermedias, elección judicial y quizá revocación de mandato con árbitro de casa. Por ahora, Palacio intenta minimizar las marchas, colocar cercanos en seguridad y acomodar árbitros electorales. Pero el tablero cruje. Y el Gran Gurú toma nota.
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