De la Casa Gris a presuntos favores empresariales y amparos, los hijos de AMLO concentran controversias que reavivan dudas sobre austeridad, influencia y conflictos de interés.
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Desde 2018, los hijos de AMLO —José Ramón, Andy y Gonzalo “Bobby” López Beltrán— acumulan señalamientos que chocan con el discurso de austeridad. Aunque no ocuparon cargos, su influencia fue discutida.
Además, en 2025 la FGR abrió pesquisas por huachicol fiscal en la Secretaría de Marina. En ese expediente aparecieron mandos y operadores cercanos a Gonzalo, presuntamente ligados al contrabando de combustibles.
La narrativa se tensó con versiones sobre amparos para evitar detenciones en CDMX, Zacatecas y Tabasco. La solicitud habría sido admitida; sin embargo, Andy negó haber tramitado recursos y habló de campaña de desprestigio.
Aun así, un testigo protegido situó a Gonzalo en una reunión de 2021, en Polanco, con un alto mando naval. Por ende, crecieron las dudas sobre presuntos favores y protección.
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Asimismo, estallaron críticas por los viajes. Se documentó que Andy vacacionó en Tokio con gastos relevantes en el hotel The Okura y compras en Aoyama; él rechazó lujos y defendió su privacidad.
Luego, José Ramón fue visto en Vidanta Riviera Maya, complejo del empresario Daniel Chávez, beneficiado con concesiones federales. Por lo tanto, se reavivó el debate sobre conflicto de interés y cercanías empresariales.
También se cuestionó a Chocolates Rocío y la finca El Rocío, vinculadas a Andy, por posibles beneficios indirectos de Sembrando Vida. No obstante, el tema fue desmentido en su momento desde el púlpito oficial.
En paralelo, reportajes asociaron a Jorge Amílcar Olán y “El Clan” con contratos públicos y balasto para el Tren Maya. Incluso, descarrilamientos en 2025 reforzaron críticas por calidad y certificaciones presuntamente manipuladas.
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Por si fuera poco, la Casa Gris en Houston marcó un parteaguas. José Ramón habitó un inmueble ligado a Baker Hughes; así, crecieron sospechas de conflicto de interés con Pemex.
Sin embargo, José Ramón afirmó ser ciudadano privado y transparente. Aseguró que sus ingresos provienen de su trabajo y que no existe injerencia en decisiones gubernamentales.
En resumen, las piezas encajan en un mosaico incómodo: lujos, amparos, contratos y conexiones. Mientras tanto, el país discute si hubo influencia indebida o solo ruido político.
Con todo, el escrutinio seguirá. Porque, al final, la rendición de cuentas no termina con un sexenio; comienza cuando la ciudadanía pregunta sin descanso.
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