El nombramiento de Omar Reyes Colmenares en la UIF revela más un reacomodo político que una transformación institucional. ¿Se fortalecerá o seguirá siendo un adorno burocrático?
Claro y Conciso
Alberto Castelazo
@Castelazo
Política Gurú
Durante su conferencia matutina, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció el nombramiento de Omar Reyes Colmenares como nuevo jefe de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF).
Lo presentó como un especialista en inteligencia, pero omitió mencionar su cercanía con Omar García Harfuch, su actual secretario de Seguridad.
Este movimiento tiene poco que ver con eficiencia institucional y mucho con el control político. Se trata, en realidad, de blindar frentes internos y cumplir acuerdos externos.
Desde su creación en 2004, la UIF ha sido más una promesa que un instrumento útil. Sus funciones son claras, pero sus logros, escasos.
Debería congelar cuentas, recuperar activos y desmantelar redes financieras criminales. Sin embargo, opera como una oficina decorativa sin dientes ni voluntad real.
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Prueba de ello es el caso de Joaquín Guzmán Loera. Aunque fue capturado y extraditado, la UIF jamás recuperó un solo peso de su fortuna.
El Estado mexicano ha sido incapaz de aplicar inteligencia financiera como herramienta efectiva contra el crimen organizado.
Los norteamericanos lo saben. Por eso han presionado a México para reconfigurar esta oficina. Lo que buscan no es cooperación simbólica, sino eficacia real.
Washington exige que la UIF funcione como el Departamento del Tesoro: autónomo, con atribuciones y capacidad de incautación.
En otras palabras, que deje de simular y comience a operar en serio.
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Sheinbaum, siempre hábil en la negociación diplomática, accede a este rediseño como parte de un pacto de seguridad binacional aún no revelado.
Aquí es donde entra Reyes Colmenares, el nuevo titular de la UIF, propuesto por Harfuch desde 2024 y vetado entonces por López Obrador.
Hoy, con AMLO fuera del juego, Harfuch consolida su influencia y mueve piezas estratégicas para fortalecer su red de control.
Reyes Colmenares fue director de Interpol México durante el sexenio pasado y colaboró con Harfuch en la Agencia de Investigación Criminal.
Su perfil es técnico, pero su lealtad es política. Su llegada marca una transformación que tiene nombre y apellido: García Harfuch.
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Este reacomodo confirma dos tendencias claras en el gobierno de Sheinbaum. Primero, la institucionalización del poder informal heredado de AMLO.
Segundo, el empoderamiento de perfiles policiacos con experiencia en inteligencia, pero escasa sensibilidad democrática.
La UIF, más que fortalecerse como institución autónoma, podría terminar como una fiscalía paralela al servicio de la élite gobernante.
Además, el combate al lavado de dinero seguirá subordinado a prioridades políticas, no a metas financieras objetivas.
Las reformas anunciadas, supuestamente para “darle más capacidades” a la UIF, no garantizan resultados si no existe voluntad política para aplicarlas.
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Congelar cuentas es fácil. Lo difícil es sostener esos procesos en tribunales y demostrar su legalidad.
Y en México, donde el debido proceso suele estorbar, el riesgo de persecución selectiva se mantiene latente.
El principal reto de Reyes Colmenares será demostrar que no es un operador más en la maquinaria morenista.
Si de verdad quiere transformar la UIF, deberá fijar metas anuales claras: cuánto dinero recuperar, cuántas cuentas congelar y cuántos bienes incautar.
Pero para eso se necesita autonomía, no subordinación. Se requiere transparencia, no opacidad. Y, sobre todo, se requiere voluntad para actuar más allá del cálculo político.
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Hasta ahora, la UIF ha sido incapaz de cumplir su mandato con firmeza. Los gobiernos de la 4T la utilizaron como arma de propaganda o escudo para omisiones.
Hoy, bajo la presidencia de Sheinbaum, esa historia puede cambiar. Pero si el control de la Unidad queda en manos de los mismos de siempre, nada cambiará realmente.
El país no necesita instituciones más grandes. Necesita instituciones que funcionen. Y eso solo es posible con rendición de cuentas y profesionalismo.
La UIF tiene una nueva cara, pero el fondo aún está por verse.
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