Sheinbaum pidió más tiempo a Trump para entregar agua a EU por la sequía, pero la prórroga abre una pregunta: ¿quién asumirá el costo interno?
Conferencia del Pueblo | Mañanera
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Claudia Sheinbaum abrió la Conferencia del Pueblo con un mensaje que suena firme, aunque trae grietas: “No se está dando agua que no tenemos”.
Sin embargo, el problema no es solo la frase, sino el contexto: Estados Unidos presiona, la sequía aprieta y el margen de maniobra se achica.
Además, Sheinbaum aceptó que parte del acuerdo con Donald Trump fue pedir más tiempo para entregar agua, porque “no ha llovido lo suficiente”.
Ahora bien, cuando un gobierno pide prórroga por falta de lluvia, también está confesando algo incómodo: no controla la variable central del compromiso.
Por eso, la promesa de “reuniones” para ajustar según las lluvias suena más a administración del riesgo político que a plan hídrico completo.
Mientras tanto, el “cómo” se volvió la gran incógnita: Sheinbaum dijo que se revisaría atender la solicitud desde distintas cuencas.
Aun así, mover agua entre cuencas no es magia: implica costos, infraestructura, conflictos locales y, sobre todo, quién se queda con menos.
En otras palabras, el dilema real no está en Palacio Nacional, sino en los territorios donde el agua ya se disputa en voz baja.
Además, Sheinbaum mencionó “solventar lo de los cinco años anteriores” por la sequía, y ahí se enciende la alarma.
Porque si existe rezago acumulado, entonces no hablamos de un bache momentáneo, sino de una deuda que vuelve cada ciclo electoral.
Sin embargo, el gobierno presentó el asunto como negociación técnica, cuando en realidad es un choque entre soberanía, agricultura y presión bilateral.
Y si el mensaje es “no daremos lo que no tenemos”, entonces falta la segunda parte: qué sí daremos, cuándo y con qué costo.
Además, está el factor Trump: cada concesión se vuelve munición política al norte, y cada “tiempo extra” se vende como victoria.
En México, en cambio, la narrativa intenta blindarse con apoyo popular y unidad, incluso usando el ejemplo de las elecciones en Chile.
Pero comparar escenarios no resuelve el fondo: el agua no se vota, se administra, y los errores se pagan con productividad y conflictos.
Mientras la Presidencia mira a Washington, Marcelo Ebrard abrió otro frente: los aranceles a China para “proteger” empleos.
Según Economía, se buscan cuidar 350 mil empleos en 2026, especialmente en estados industriales como Nuevo León y Guanajuato.
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Sin embargo, el discurso de “piso parejo” suele esconder un costo: precios más altos, tensiones comerciales y efectos que tardan en verse.
Además, Profeco intentó aterrizar la conversación con bolsillos reales: canasta básica barata en Walmart Tlalpan y gasolina “promedio” en 23.58.
Aun así, que el gobierno celebre “lugares baratos” confirma lo contrario: la gente ya compra con calculadora y recorta donde puede.
Por si fuera poco, la llamada con el Papa León XIV se presentó cálida y simbólica, con la idea de una visita futura a México.
Pero el contraste es evidente: mucha liturgia comunicativa, y al mismo tiempo una negociación dura por agua que puede detonar costos internos.
En conclusión, el tema central de hoy no fue la fe ni los precios: fue la frase que intenta cerrar el debate y, a la vez, lo abre.
Porque si el gobierno dice “no se dará si no tenemos”, entonces debe explicar cómo evitar que el país termine pagando la sequía dos veces.
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