La liga gira hacia la osadía: menos despejes, más cuartas jugadas y decisiones que cambian semanas. Giants mueven el tablero y Tampa Bay pierde a su receptor estrella.
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La patada de despeje vive su ocaso en la NFL. Hoy, las ofensivas prefieren arriesgar antes que entregar el balón y ceder terreno valioso.
La tendencia se confirma con el dato clave: apenas 3.65 despejes por partido en promedio, el mínimo histórico registrado por la liga.
Además, la agresividad crece en cuarta oportunidad. La analítica empuja decisiones valientes y el juego moderno premia a quien mantiene el balón.
En ese contexto, el mexicano Rigoberto Sánchez vivió una postal inédita. Con los Colts, pasó dos juegos sin despejar y solo pateó una vez en tres.
Así, Indianápolis firmó un registro histórico con un único despeje en sus primeros tres partidos desde que hay conteo moderno. No es casualidad.
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Las nuevas reglas de kickoff también alteran el mapa. El punto de inicio promedio tras la devolución ronda la yarda 29.5, alejando el fantasma del campo corto.
Por si fuera poco, los ajustes elevaron la posición tras touchback y aumentaron devoluciones, lo que mueve incentivos hacia atacar y no despejar.
Puntuar desde lejos ahora es más viable. Los pateadores de gol de campo extienden su rango y amplían las opciones, reduciendo el recurso del despeje tradicional.
Mientras tanto, la audacia se nota en las cifras: hoy los despejes representan el 51% de las jugadas en cuarta, contra el 61% en 2018. La brecha crece.
Incluso, el promedio de regreso de despeje subió a 11.9 yardas, síntoma de unidades de cobertura con menos repeticiones para ajustar. Se siente en el campo.
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Además, hay terremoto en Nueva York. Brian Daboll sentó a Russell Wilson y apostó por el novato Jaxson Dart como titular de los Giants.
Por ahora, Wilson asume el rol de respaldo, mientras el vestidor se alinea con el plan para enderezar una temporada cuesta arriba.
Y en Tampa Bay, golpe al ataque. Mike Evans estará fuera varias semanas por lesión en isquiotibiales, dejando un hueco enorme en los Bucs.
En resumen, menos despejes, más riesgos y decisiones valientes. La liga premia la agresividad, y los entrenadores toman nota: protegerse, hoy, es atacar sin miedo.
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