El retorno casi clandestino de Enrique Peña Nieto se cruza con el mitin masivo de Claudia Sheinbaum, la recaudación récord del SAT, quejas empresariales por abusos fiscales y operativos contra el CJNG. Una postal incómoda para la narrativa triunfalista de la 4T.
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El regreso silencioso de Enrique Peña Nieto dice más del país que lo linchó mediáticamente que del expresidente que hoy vuelve casi de incógnito.
Mientras la 4T usa a los expresidentes “neoliberales” como espantajo, varios entran y salen sin ruido, salvo Carlos Salinas, que opera desde la sombra.
En paralelo, Claudia Sheinbaum llenó el Zócalo para celebrar siete años de 4T y prometió que “no habrá condonación de impuestos” para los grandes contribuyentes.
Sin embargo, detrás de la recaudación récord del SAT no hay magia, sino auditorías duras a contribuyentes cautivos y empresas que cumplen.
Además, la US Chamber of Commerce acusa al gobierno de prácticas “coercitivas y abusivas” contra firmas estadounidenses, justo antes de la revisión del T-MEC.
Es decir, hacia adentro se presume mano dura contra evasores, pero hacia afuera crece la percepción de un Estado recaudador que espanta inversión y certidumbre.
Al mismo tiempo, Omar García Harfuch presume un “doble golpe” al CJNG: doce detenidos en Chiapas y 320 kilos de metanfetamina asegurados en Sinaloa.
Claro, todo operativo suma; pero la narrativa de golpes aislados no tapa años de expansión criminal ni territorios donde el Estado no llega.
Para rematar, la breve reunión entre Sheinbaum y Donald Trump en el sorteo del Mundial 2026 mezcló, otra vez, seguridad con comercio y presiones arancelarias.
Así, la cooperación contra el fentanilo, los cárteles y el blindaje del Mundial se vuelve moneda de cambio en plena revisión del tratado comercial norteamericano.
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Mientras tanto, Peña Nieto regresa para ver a su madre en Ixtapan y los expresidentes reaparecen en foros, cafés o redes sociales.
La 4T necesita seguir señalándolos como villanos, porque es más fácil culpar al pasado que explicar la inseguridad, el estancamiento y la presión fiscal actual.
Por eso, el regreso de EPN incomoda al obradorismo: recuerda que el PRI entregó la banda a López Obrador y la “ruptura” nunca fue total.
Al final, entre expresidentes demonizados, Zócalos llenos, fiscalistas desatados y operativos en X, el mensaje es claro: el sistema se recicla, no se corrige.
Crédito a Mario Maldonado por el artículo base sobre el retorno de EPN y los expresidentes “neoliberales”.
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