El poder siempre tiene un costo, y la presidenta Claudia Sheinbaum está cobrando la factura a su propia tropa. Apenas unos meses en el cargo y el mensaje a sus “correligionarios” es cristalino: la indisciplina y la corrupción serán atajadas. ¿Es una limpia necesaria o una purga política para consolidar su poder?
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El poder siempre tiene un costo, y la presidenta Claudia Sheinbaum está cobrando la factura a su propia tropa. Apenas unos meses en el cargo y el mensaje a sus “correligionarios” es cristalino: la indisciplina y la corrupción serán atajadas, sin importar el apellido o la trayectoria. La pregunta clave es si esta estrategia es una limpia necesaria o una purga política para consolidar su poder.
Para empezar, el instrumento central de esta maniobra es Omar García Harfuch. Su control sobre la inteligencia y las investigaciones lo convierte en el funcionario más temido dentro del gabinete. En consecuencia, los resultados no se han hecho esperar.
Un ejemplo claro es el caso de Pedro Haces, diputado federal de Morena y líder de la CATEM. Fue vinculado públicamente con un presunto operador del crimen organizado, “El Limones”. De hecho, la detención del criminal coincidió, de forma nada casual, con el informe de Haces, arropado por rivales internos como Monreal. Este no es un simple accidente; es un golpe quirúrgico que exhibe a los “impresentables” del movimiento. Además, otros morenistas, como Marina Vitela, también aparecen en los registros de inteligencia.

Por otra parte, la salida forzada de Alejandro Gertz Manero de la FGR fue otro indicativo de la nueva línea dura. Si bien la falta de resultados pesó, el quiebre fue el otorgamiento de un criterio de oportunidad a un empresario acusado de tráfico de combustibles e incluso lavado de dinero, sin consultar a la Presidencia ni a Harfuch. En otras palabras, la Presidenta no tolerará que se rompa su línea de mando en casos sensibles.
Pero el frente más espinoso es el político y personal: Adán Augusto López. El coordinador de Morena en el Senado ha visto cómo escándalos y filtraciones minan sus aspiraciones. A pesar de que Sheinbaum no puede removerlo directamente, ha logrado algo más eficaz: aislarlo políticamente. Se habla ya de posibles relevos en la Cámara Alta, donde una ficha leal como Citlalli Hernández podría ocupar su lugar. Es la muestra de que el “poder suave” de Sheinbaum es en realidad un bisturí.
El mensaje también llegó hasta las Fuerzas Armadas. La investigación del huachicol fiscal, que toca a redes vinculadas a la Marina, es una señal de que la presidenta no aceptará más privilegios ni corrupción, ni siquiera en las instituciones que más poder acumularon en el sexenio pasado.
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Todo este reacomodo se da mientras el riesgo económico acecha. El demoledor informe de BlackRock lo pone en blanco y negro: Pemex no será solvente en 2027. La petrolera, con una deuda de más de 100 mil millones de dólares, tendrá que volver a endeudarse. Consecuentemente, la soberanía energética prometida es una quimera y la petrolera se mantiene como un talón de Aquiles para las finanzas públicas.
Finalmente, mientras se aplica esta mano dura interna, el gobierno intenta mostrar resultados en seguridad. El Acuerdo Nacional contra la Extorsión busca homologar leyes para que la extorsión se persiga de oficio. Sin embargo, este delito es el único de alto impacto que sigue al alza, lo que subraya la urgencia de estas medidas y la presión sobre Harfuch para entregar resultados. La ciudadanía exige ver si este nuevo orden significa menos corrupción y más seguridad, o solo el afianzamiento de un nuevo grupo de poder.

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