La foto de Sheinbaum con Trump y Carney en el sorteo del Mundial 2026 parece puro futbol, pero detrás se juegan aranceles, T-MEC y soberanía.
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La imagen de Sheinbaum, Trump y Carney juntos en Washington parece fiesta, pero es un mensaje político con varios focos amarillos.
El encuentro, tras el sorteo del Mundial 2026 en el Kennedy Center, fue el primer encuentro trilateral entre los tres mandatarios.
Oficialmente hablaron de cooperación, de la “gran oportunidad” económica del torneo y de la buena relación en la región T-MEC.
Detrás de las sonrisas están los amagos de aranceles, las presiones por fentanilo y migración, y amenazas militares contra países que exportan drogas.
Mientras la presidenta presume fotos y discursos, no detalla qué ofreció ni qué exigió para proteger empleos, exportaciones y soberanía frente a Trump.

Además, en 2026 llega la revisión del T-MEC, donde se decidirá si el acuerdo gana estabilidad o entra a revisiones anuales.
Ese escenario de revisiones constantes abriría la puerta a que la Casa Blanca use cada año el tratado como arma de presión política y económica.
Para Carney, el costo del enfrentamiento se vio con los aumentos de aranceles al acero y aluminio; por eso busca un frente común con México.
Pero el riesgo es que Sheinbaum llegue a la mesa más preocupada por no pelearse con Washington que por fijar líneas rojas en seguridad.
Trump, en cambio, usa cada foro para presumir mano dura con las drogas, control migratorio y defensa de empleos estadounidenses, presionando al vecino del sur.
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Así, México llega con discurso de “buen vecino” y del Mundial como fiesta de integración, pero no explica cómo evitará que la geopolítica lo arrolle.
Al final, la foto de los tres líderes sosteniendo las papeletas de sus países es bonita, aunque esconde la verdadera jugada regional.
Esa jugada se libra en la cancha económica de Norteamérica, donde se decidirán salarios, inversiones, nearshoring y límites a cualquier aventura militar disfrazada de cooperación.
Por ahora, la narrativa oficial se queda en la anécdota del sorteo, mientras los detalles finos del encuentro permanecen bajo llave y sin escrutinio público.

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