Con tono desafiante, Donald Trump aseguró que México y Canadá acatan órdenes de Estados Unidos, presumiendo una caída histórica en los cruces irregulares en la frontera sur.
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En una declaración cargada de soberbia y tono triunfal, el expresidente Donald Trump proclamó que México “hace lo que nosotros le decimos que haga” en materia de seguridad fronteriza. El mensaje lo dio desde el Salón Oval tras firmar una orden ejecutiva.
Con gesto firme y mirada altiva, Trump presumió que sus políticas cerraron la frontera como nunca antes. “Todos lo entendieron: respetan a tu país otra vez”, afirmó con evidente autosatisfacción.
“Antes, Estados Unidos no era respetado. Hoy, gracias a mí, saben que este país significa mucho”, dijo, elevando el tono y subrayando que su liderazgo devolvió el prestigio internacional.
No solo habló de México. El exmandatario lanzó un mensaje igualmente dominante hacia Canadá. “Ellos hacen lo que les decimos que hagan. Tenemos las dos fronteras, norte y sur, y ahora están bajo control”.
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El Departamento de Seguridad Interna respaldó sus palabras con cifras. En julio, los cruces irregulares cayeron a 4,598, un número comparable solo con los registros de 1965.
Para Trump, estas estadísticas son la prueba irrefutable de que su presión funcionó. “Cuando yo digo que algo debe hacerse, se hace. Y punto”, sentenció, evidenciando su estilo directo y autoritario.
La Administración Trump presentó los datos como un logro histórico, resultado de acuerdos bilaterales en los que, según él, México cedió ante las exigencias de Washington.
Sin embargo, esta narrativa no está exenta de críticas. Analistas mexicanos consideran que las palabras de Trump exhiben una actitud impositiva que erosiona la relación diplomática y coloca a México como un actor subordinado.
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Especialistas en relaciones internacionales advierten que este tipo de discursos, cargados de autosuficiencia, pueden reavivar tensiones y afectar la cooperación bilateral en temas delicados como migración y seguridad.
Aun así, para su base política, Trump encarna el liderazgo fuerte que prometió desde su primera campaña. En 2016, ya había hecho de la construcción del muro y el endurecimiento migratorio una bandera electoral.
Las cifras de julio son ahora su mejor argumento. “Nunca en décadas se habían visto resultados así. No es casualidad: es mi forma de hacer las cosas”, dijo con orgullo.
Mientras México sostiene que sus decisiones obedecen a políticas internas, el discurso de Trump deja claro que, para él, Washington tiene la última palabra en la política fronteriza regional.
En el camino hacia un nuevo proceso electoral, estas declaraciones parecen más que una anécdota: son un recordatorio del estilo confrontativo y dominante con el que Trump busca regresar a la Casa Blanca.
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