La capital registra más inundaciones y socavones. Aun así, el gasto en drenaje cayó un 40 % de 2020 a 2025, según Sacmex y Segiagua.
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La CDMX enfrenta inundaciones más frecuentes y socavones. Aunque los daños crecen, el presupuesto para drenaje cayó un 40 % en cinco años, según Sacmex y Segiagua.
Primero, hay datos claros. En 2020 se asignaron 2,081 millones. En 2025, solo 1,244 millones. Así, la inversión fue reducida mientras los riesgos aumentan.
Además, el problema ya se siente. Entre enero y septiembre, Segiagua registró 166 socavones; en 2024 fueron 80. Eso significa un alza del 107 %.
Por si fuera poco, varias Alcaldías padecieron anegaciones. Iztapalapa, Gustavo A. Madero y Tlalpan reportaron viviendas dañadas, calles cerradas y servicios afectados durante tormentas intensas.
Según especialistas, el alcantarillado es viejo. Parte de la red tiene 50 años y usa concreto rígido, propenso a fracturas, filtraciones y colapsos ante variaciones.

Durante las lluvias, el flujo sobrepasa el 80 % de la capacidad. En consecuencia, las tuberías se saturan y algunos tramos terminan cediendo bajo presión.
Asimismo, el mantenimiento insuficiente agrava todo. Sin desazolve constante, se forman tapones y gases que presionan las paredes, generan fugas y derivan en nuevos socavones.
Sin embargo, hay soluciones posibles. Con rehabilitación focalizada, materiales flexibles, sensores y limpieza programada, podría reducirse la vulnerabilidad y alargarse la vida útil del sistema.
Además, conviene priorizar colectores críticos. Así, se evita que puntos rojos colapsen y se limita el impacto en zonas densamente pobladas de la capital.
También, la coordinación importa. Si Segiagua y Alcaldías comparten mapas de riesgo y cuadrillas, las reparaciones podrían acelerarse durante picos de lluvia.
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Por otro lado, se necesita un fondo plurianual. Con reglas claras, licitaciones transparentes y metas medibles, la inversión sería protegida de ciclos políticos.
Asimismo, la ciudadanía cuenta. Reportes tempranos, separación de basura y cuidado del aceite doméstico disminuyen taponamientos y alivian el estrés del drenaje primario.
En suma, los socavones no son solo “mala suerte”. Son el síntoma visible de una infraestructura que requiere inversión, orden y mantenimiento sostenido.
Porque, aunque la lluvia no se negocia, la prevención sí. Y hoy, cada peso que se ahorra cuesta más mañana.
Mejor drenaje, menos daños y emergencias costosas. Así, la capital gana resiliencia y la ciudadanía vive más tranquila.
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