La reaprehensión de César Duarte por lavado de dinero parece, a primera vista, un triunfo de la FGR. Sin embargo, la historia completa huele más a ajuste político.
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El exgobernador priista César Duarte vuelve a caer, ahora por operaciones con recursos de procedencia ilícita. Sin embargo, el caso no empezó con este operativo espectacular.
Duarte gobernó Chihuahua entre 2010 y 2016, dejó una deuda que se disparó y un boquete multimillonario en las finanzas estatales. Además, construyó una red de corrupción perfectamente aceitada.
Se le acusa de desviar cientos de millones desde las arcas públicas hacia bolsillos propios y del PRI, usando contratos fantasma y empresas pantalla. Así nació la famosa Operación Safiro.
Duarte ya había sido detenido en Miami en 2020 y extraditado a México en 2022 por peculado y asociación delictuosa. Después, todo se volvió cómodo para él.
En 2024 le quitaron la prisión preventiva y salió con brazalete, muy enfermo según su defensa. Sin embargo, pronto apareció en restaurantes y eventos sociales.
Luego vino la joya: el video bailando en el bar “Plan B”. Ahí quedó exhibido el supuesto deterioro de salud que le abrió la puerta a la calle.
Mientras tanto, colectivos anticorrupción denunciaban impunidad y pactos silenciosos. Aun así, el exgobernador siguió litigando para recuperar ranchos, ganado y propiedades aseguradas por la autoridad federal.
El giro llega cuando Estados Unidos autoriza a México a juzgarlo por nuevos delitos federales, rompiendo el candado del principio de especialidad. Entonces la FGR se lanza por lavado de dinero.
Ahora, agentes federales lo reaprehenden cerca de su casa y lo mandan rumbo al penal del Altiplano. Además, es el primer gran golpe de Ernestina Godoy al frente de la Fiscalía.
Detrás del expediente hay acusaciones de que el dinero desviado terminó en miles de hectáreas, ranchos, ganado exótico y acciones bancarias, todo lavado vía el sistema financiero.
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Suena contundente, pero la pregunta incómoda sigue ahí. Si la justicia es tan valiente, ¿por qué algunos exgobernadores y aliados de la 4T ni siquiera son molestados?
Mientras tanto, el gobierno presume el caso como trofeo. Sin embargo, la credibilidad llegará solo cuando la vara se aplique igual a todos, no solo al PRI viejo.
Si César Duarte termina como ejemplo y no como excepción, habrá avance real. De lo contrario, será otro capítulo de “justicia selectiva” con sello de la casa.
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