Crece el malestar en la bancada de Morena por los escándalos y el estilo de control de Adán Augusto. Mientras tanto, Higinio Martínez acelera el conteo.
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La bancada de Morena vive tensión creciente por la crisis de Adán Augusto en el Senado.
Según cálculos internos, al menos veinte senadores estarían listos para empujar una votación y relevar la coordinación.
Detrás del conteo aparece Higinio Martínez, acompañado por Francisco Chíguil, quienes ya miden aritméticas y posibles relevos.
Además, pesan decisiones administrativas impopulares: se cancelaron cafés y galletas, y los eventos deberían pagarse con recursos personales.
Esa política irritó especialmente a cuadros cercanos al periodo de Ricardo Monreal en la Jucopo.
Por otra parte, Ana Lilia Herrera y María Guadalupe Chavira también sondean respaldos para una ruta de cambio.
Sin embargo, el nombre de Ignacio Mier quedó en pausa tras coincidir públicamente con Adán Augusto en su informe.
En paralelo, Andrea Chávez organizó una cena de cumpleaños para el coordinador; solo asistieron doce senadores, y el dato llegó a Palacio Nacional.
Asimismo, los recientes escándalos añadieron presión: circula un audio atribuible a Adán y Chávez con comentarios ofensivos sobre Claudia Sheinbaum.
El coordinador ha intentado contener el fuego y afirma que seguirá al frente del grupo parlamentario.
Además, el episodio de Hernán Bermúdez y la célula de La Barredora reactivó cuestionamientos por antiguos vínculos tabasqueños.
Mientras tanto, Alejandro Esquer mantiene su respaldo al coordinador y opera contención dentro de la Cámara Alta.
De hecho, se repite una escena: quien se queja con Esquer, pronto recibe invitación de Adán para conversar.
Sin embargo, las señales de desgaste ya impactan la gobernabilidad cotidiana del grupo parlamentario.
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Por ahora, el bloque inconforme baraja tiempos, conteos y una eventual convocatoria para medir fuerzas.
En suma, si el malestar crece y los veinte se consolidan, Higinio podría capitalizar la coyuntura y disputar la coordinación.
Asimismo, crece la percepción de que un relevo ordenado permitiría recomponer la agenda y reducir costos políticos inmediatos.
Sin embargo, un movimiento fallido fracturaría al bloque y complicaría las reformas prioritarias del gobierno federal.
Por otra parte, surgió la hipótesis de un acuerdo transicional con mayor peso para la vicecoordinación y control administrativo.
Al final, todo dependerá del humor de la mayoría y del pulso que llegue desde Palacio.
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