Monreal salió con humor del acomodo en el Zócalo. Su “nos encorralaron” encendió la lectura política y reactivó recuerdos del desliz de marzo.
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Ricardo Monreal volvió a dar nota tras el acto por el primer año de Claudia Sheinbaum en el Zócalo.
Diputado quedó en segunda fila, junto a Adán Augusto López, Luisa María Alcalde, Andy López Beltrán y Manuel Velasco, detrás de gobernadores, tras vallas metálicas.
Al salir, bromeó y soltó: “Hoy nos encorralaron para no repetir errores”. Así, marcó distancia sin romper con el ánimo festivo.
Porque, además, su frase fue interpretada como guiño disciplinario. Fue leída como un recordatorio de autoridad en plaza abarrotada.
Sin embargo, Monreal insistió en que no hubo regaño. Dijo que la presidenta “solo decidió poner unas vallas”. Ahí, bajó la tensión.

El subtexto quedó claro. La foto de la segunda fila pesará en la conversación. Y su comentario la mantuvo viva.
Conviene recordar marzo. Entonces, varios morenistas ocuparon la primera fila y, mientras pasaba Sheinbaum, miraban a la cámara: la selfie les dio la espalda.
De inmediato, intentaron saludar. Pero la mandataria siguió de largo. Luego, llegaron disculpas en redes y se prometió prudencia para futuras ceremonias.
Así, lo de hoy se leyó como correctivo elegante. Se cuidó la escena, se ordenó el cuadro y se evitó otro resbalón público.
Además, Monreal dejó claro que sigue en juego la narrativa interna. No es ruptura, pero es aviso: la disciplina también comunica.
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Por ello, la segunda fila no pasó inadvertida. Fue vista, comentada y comparada con aquella tarde marcada por aranceles y posturas firmes.
Mientras tanto, el círculo cercano toma nota. La escenografía también organiza lealtades; el podio habla y la reja susurra prioridades, sin necesidad de regaños.
En consecuencia, el mensaje quedó instalado: cercanía sí, desorden no. Y todos en su lugar, con margen para bromear, sin cruzar líneas.
Al final, Ricardo Monreal salió con sonrisa medida. Porque la política es memoria larga: la foto de hoy alimentará la próxima conversación.
Y, por cierto, el público también leyó señales. Porque el acomodo rima con prudencia y orden, una liturgia que evita tensiones innecesarias.
Así, el episodio cerró sin quiebre. Sin embargo, dejó materia prima para debate: ¿fue castigo simbólico o logística afinada para el evento?
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