Aunque presume austeridad, Gerardo Fernández Noroña realizó una gira en avión privado por Coahuila; el contraste con el discurso oficial volvió a encender críticas.
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Por tierra o por aire, la austeridad de la 4T se puso a prueba. Noroña aterrizó en Torreón en un Socata TBM850, matrícula N850KL.
Luego, voló a Piedras Negras y, después, se trasladó por tierra a Ciudad Acuña. Finalmente, regresó a Toluca el mismo fin de semana.
Además, el alquiler de esa aeronave se estima en 2 mil dólares por hora. Así, seis horas más pernocta rondarían 14 mil dólares (≈280 mil pesos).
Sin embargo, el caso no es aislado. En marzo aceptó viajar en Business Class rumbo a Estrasburgo, alegando que pagó la diferencia “de su bolsillo”.
También, en agosto se reveló la compra de una mansión en Tepoztlán valuada en 12 millones de pesos, tema que encendió más cuestionamientos.
Por si fuera poco, el decálogo de austeridad de Morena prohíbe aviones privados y “banalidades”. El mensaje ético es inequívoco y público.
De hecho, Claudia Sheinbaum destituyó en 2021 a su entonces secretaria de Turismo por volar en avión privado a una boda en Guatemala. El antecedente pesa.
Así, la gira “A Ras de Tierra” terminó “a ras de jet”. La ironía se viralizó con fotos y videos del descenso en Piedras Negras.
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Además, en el aeropuerto fue visto con los morenistas Shamir Fernández y Pily de Aguinaga, lo que añadió combustible a la conversación local.
Aunque Noroña suele defenderse, el costo simbólico ya fue cobrado en redes: la austeridad luce selectiva cuando conviene y estricta cuando no.
En suma, el contraste entre discurso y práctica vuelve a chocar. Y, mientras tanto, la narrativa de “no hay privilegios” se debilita en pleno escaparate.
Porque, al final, el avión privado despega rápido; la credibilidad de la austeridad no.
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