Claudia Sheinbaum presentó las nuevas Farmacias del Bienestar como la solución para llevar medicamentos gratuitos a adultos mayores. Sin embargo, el arranque deja dudas de fondo sobre desabasto y operación.
Análisis | Mañanera
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La presidenta Claudia Sheinbaum usó hoy la Conferencia del Pueblo para presumir el arranque de las Farmacias del Bienestar.
Según el gobierno, estos pequeños módulos darán medicamentos gratuitos a beneficiarios de Salud Casa por Casa, principalmente adultos mayores y personas con discapacidad.
Además, el plan inicia en el Estado de México con quinientas farmacias instaladas afuera de centros de salud y en Tiendas del Bienestar.
Sobre el papel, la idea suena lógica: acercar recetas y medicinas sin filas eternas ni trámites que muchas familias sencillamente ya no aguantan.
Sin embargo, el anuncio llega después de años de desabasto en clínicas públicas, donde miles de pacientes han tenido que comprar medicinas por su cuenta.
Aunque se promete surtir sobre todo tratamientos para diabetes e hipertensión, la primera etapa solo contempla veintidós claves, lejos del universo de necesidades reales.
Por eso, especialistas advierten que el programa podría convertirse en un parche vistoso, sin resolver el problema estructural del sistema de salud.
Además, los módulos metálicos colocados en la banqueta levantan dudas de seguridad, almacenamiento correcto y control de los medicamentos que ahí se entregan.
Mientras tanto, la narrativa oficial insiste en que todo será gratuito y universal, pero solo aplicará para quienes estén dentro del padrón.
También falta claridad sobre el presupuesto, la compra de medicinas, la logística de distribución y la coordinación con IMSS, ISSSTE y servicios estatales.
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En la práctica, los estados con peores servicios médicos podrían seguir rezagados, aunque en el discurso se prometa cobertura nacional en marzo de 2026.
Además, organizaciones ciudadanas exigirán transparencia en padrones, compras y evaluación independiente de resultados reales.
Solo con datos públicos y supervisión constante podrá saberse si este modelo realmente funciona.
Aun así, el gobierno apuesta a que estas Farmacias del Bienestar le den oxígeno político, mostrando acción rápida donde antes solo había promesas.
Al final, la verdadera prueba no será el corte de listón, sino si los pacientes salen con tratamiento completo o, otra vez, con recetas vacías.
Porque, si las nuevas farmacias repiten la historia del desabasto, el “bienestar” quedará en el anuncio, no en la mesa de las familias.
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