Dentro de la 4T crece la preocupación por el tono duro de Claudia Sheinbaum frente a la Generación Z. El debate ya no es solo político: también toca la economía y la confianza empresarial.
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De entrada, la irrupción de la Generación Z descolocó repentinamente a la 4T y abrió un debate incómodo en el equipo cercano de Claudia Sheinbaum.
Por un lado, la Presidenta eligió un tono duro: descalificó la marcha del Zócalo, habló de adultos infiltrados y criticó la falta de propuestas claras.
Por otro lado, asesores e intelectuales afines creen que esa reacción fue muy exagerada y, además, realmente no refleja el estilo político original de Sheinbaum.
Además, varios cuadros de Morena sugieren que la mandataria debería evitar la confrontación directa y dejar esos pleitos a secretarios, voceros y operadores políticos experimentados.
En paralelo, la oposición intenta montarse en el enojo juvenil y presentarse como aliada de la Generación Z, aunque llegue dividida y con liderazgos desgastados.
Al mismo tiempo, la marcha fue presentada como pacífica y apartidista, pero también fue leída como una movilización con dinero y asesoría de grupos empresariales.
Aun así, el malestar juvenil es real: cansancio por la violencia cotidiana, la precariedad laboral y la idea de que el gobierno simplemente no escucha.
Así, dentro de la 4T discuten cómo hablarle a una generación hiperconectada, que vive en redes, desconfía de los partidos y detesta los discursos cuadrados.
En ese debate aparece Jorge Zepeda Patterson, biógrafo de Sheinbaum, quien advierte que la polarización rinde políticamente, pero termina dañando la economía y la confianza.
De hecho, recuerda que sin inversión privada difícilmente despegarán el Plan México, los parques industriales ni las promesas de crecimiento económico y empleos mejor pagados.
En el fondo, insiste en que la sobrepolitización es una criptonita para los negocios, porque genera incertidumbre, espanta capital y alimenta la idea de inestabilidad.
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Por eso, algunos en la 4T temen que pelear con la Generación Z fortalezca a una oposición débil y, además, ponga nerviosos a empresarios clave.
Al final, el reto para Claudia Sheinbaum será equilibrar la defensa del proyecto, escuchar a los jóvenes y bajar la confrontación sin perder autoridad política.
En resumen, la disputa por la Generación Z ya no es solo una bronca de discurso; también mide el futuro político y económico del país.
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