El Nobel a María Corina Machado abrió un debate en México. Claudia Sheinbaum invocó soberanía y autodeterminación; sin embargo, su cautela exhibe contradicciones.
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Claudia Sheinbaum evitó felicitar a María Corina Machado, Nobel de la Paz. Dijo que México defiende la soberanía y autodeterminación.
El silencio encendió las críticas. Sin embargo, reavivó la Doctrina Estrada, usada para no opinar, aunque el contexto exigía claridad democrática.
El premio a Machado fue celebrado en América y Europa. Además, se leyó como respaldo a una salida en Venezuela.
Aun así, la Presidenta prefirió la distancia. Su mensaje, breve y frío; la oportunidad; la señal, contradictoria para la diplomacia mexicana.
Habló de Perú. Recordó el “golpe” contra Pedro Castillo y la destitución de Dina Boluarte. Por eso, la postura luce selectiva.
Sobre Gaza, Sheinbaum dijo “que pare el genocidio”. Entonces, ¿por qué invoca neutralidad? El principio parece moverse según el tema.

En Palacio Nacional, la cautela fue cálculo. Sin embargo, el Nobel coloca a Venezuela en vitrina y demanda liderazgo, no evasivas burocráticas.
Gustavo Petro felicitó, con torpezas. Aun así, expresó que el galardón impulse el diálogo. Ese tono contrastó con el mutismo mexicano.
España guardó prudencia oficial. No obstante, el debate político estalló; unas voces aplaudieron, otras cuestionaron, pero hubo conversación democrática.
En México, la reacción fue dividida. Mientras, especialistas pidieron consistencia: si se defiende la paz, se reconocen luchas democráticas pacíficas.
El Nobel para Machado no blinda agendas. Sin embargo, visibiliza la represión y empuja presiones cívicas. Es el sentido del premio.
Por lo tanto, felicitar no implica avalar sanciones ni agendas externas. Implica reconocer coraje civil y apostar por negociaciones verificables.
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Además, México presume tradición mediadora. Del Grupo Contadora a Refugios Humanitarios, el país ganó respeto con diplomacia activa y consistente.
Hoy, ese legado tambalea. Sin embargo, aún cabe rectificar: liderazgo prudente, sí; ambigüedad calculada, no. La región necesita brújula confiable.
En resumen, el desaire fue un error. Porque, más allá de ideologías, el premio abre ventana para encauzar una transición pacífica.
Reconocer a Machado no es escoger bando. Más bien, es afirmar principios: libertades, elecciones y derechos humanos sin doble vara.
Si México quiere peso, debe ser congruente. De otro modo, la Doctrina Estrada se vuelve coartada y la diplomacia, puro cascarón. México puede rectificar.
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