La esperada “marcha 2.0” de la Generación Z terminó lejos de opacar el desfile por la Revolución. Con poca presencia juvenil y fuerte operativo de seguridad, Claudia Sheinbaum aprovechó el templete para responder, otra vez, a quienes la acusan de autoritaria y de traicionar la historia de México.
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El desfile por la Revolución Mexicana terminó siendo más solemne que conflictivo. La temida irrupción masiva de la Generación Z simplemente no llegó ese día.
En días previos se hablaba de una nueva marcha capaz de opacar el evento oficial. Sin embargo, la convocatoria opositora se fue desinflando desde temprano.
A las 9:00 horas, en puntos como Ciudad Universitaria o el Ángel de la Independencia, los grupos eran reducidos y con poca presencia juvenil visible.
Más bien asistieron adultos y simpatizantes de la oposición tradicional, algunos ligados al PAN y a colectivos que ya habían marchado el sábado anterior ahí.
Con todo, el gobierno no bajó la guardia. Hubo un dispositivo especial de seguridad y el desfile se acortó hasta el Monumento a la Revolución.
Desde el templete en el Zócalo, Claudia Sheinbaum aprovechó el acto para lanzar otro mensaje político y defender con decisión plena a la Cuarta Transformación.
La presidenta acusó hoy a sus críticos de querer regresar al porfiriato y reivindicar a la ultraderecha. Según dijo, “no conocen la historia de México”.
Además, advirtió contra quienes piden intervención extranjera o sueñan con una “mano dura” sobre la ley, mensaje dirigido abiertamente a los organizadores de las marchas.
Detrás de muchas pancartas apareció el nombre de Carlos Manzo, exalcalde de Uruapan, cuyo asesinato también detonó las primeras movilizaciones de Gen Z en noviembre.
Ese reclamo legítimo por la violencia quedó opacado por los hechos del bloque negro del fin de semana, argumento que el gobierno repite hoy constantemente.
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Por eso, esta segunda convocatoria llegó dividida, con desconfianza interna y miedo a nuevos choques con la policía capitalina en Reforma y el Centro Histórico.
Para la Generación Z, el resultado fue una marcha dispersa, sin narrativa clara y lejos del impacto de la primera irrupción juvenil en el Zócalo.
Para Sheinbaum, en cambio, el saldo político fue favorable: desfile sin sobresaltos, mensaje fuerte y otra oportunidad de presentarse como defensora de la historia oficial.
La disputa seguirá en calles y redes, pero hoy quedó claro que la batalla simbólica por la Revolución también la ganó, al menos, Palacio Nacional.
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