La indignación estalló en Michoacán tras el asesinato del alcalde Carlos Manzo. Entre gritos de “¡Fuera!” en Uruapan y Morelia, crecen reclamos de justicia, seguridad y responsabilidades políticas.
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El grito “¡Fuera, fuera…!” marcó la jornada en Uruapan y Morelia después del asesinato de Carlos Manzo, alcalde independiente y figura de El Movimiento del Sombrero.
En el sepelio, el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla fue recibido con abucheos. Incluso, fue abofeteado por una mujer. Además, se exigió su salida del recinto y su renuncia.
Luego, la rabia tomó las calles de Morelia. Centenas irrumpieron en el Palacio de Gobierno, rompieron ventanales y mobiliario, y dejaron un mensaje: justicia y seguridad para la población.
Mientras tanto, desde el balcón principal, mesas y sillas fueron lanzadas hacia la banqueta. Asimismo, hubo pintas, objetos quemados y consignas contra Morena y contra Bedolla.

“¡Justicia!” se escuchó afuera, mientras adentro se veían llamas, humo y papeles ardiendo. Eventualmente, llegaron antimotines con toletes y gas lacrimógeno para dispersar a los manifestantes.
Posteriormente, se registraron sometimientos y detenciones. Algunos inconformes quedaron en el suelo. Sin embargo, la marcha continuó con reclamos de verdad y castigo a los responsables.
En Uruapan, la jornada comenzó con rechiflas a Ramírez Bedolla en el velorio. Poco después, el mandatario se retiró entre gritos, subió a una Suburban y se fue.
Ya por la tarde, una procesión multitudinaria avanzó con el ataúd del edil. Además, caminó el caballo negro de Manzo, junto al sombrero que simbolizaba su protesta.
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El movimiento, ajeno a partidos, consolidó identidad en el sombrero. En vida, a Manzo se le llamaba “El Sombrerudo”, emblema de cercanía con barrios y comerciantes.
“Apagaron su voz, no la lucha”, dijo Grecia Quiroz, viuda del alcalde, ante miles. Asimismo, prometió seguir el legado junto con la ciudadanía cansada de violencia.
Políticamente, el caso expone la crisis de seguridad municipal. Además, presiona al Gobierno estatal para garantizar protección y a la vez abrir una investigación seria, independiente y con resultados.
Finalmente, el reto es doble: contener la polarización y ofrecer justicia verificable. Sin esto, la desconfianza crecerá y el vacío de autoridad será, otra vez, llenado por la rabia.

		
		
		
		
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