Entre la persecución fiscal y la batalla cultural, Salinas Pliego presentó el MAAC para articular resistencia cívica y ordenar a su ecosistema mediático rumbo a 2030.
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Ricardo Salinas Pliego endureció su postura. Afirma que la persecución fiscal responde a su crítica pública, y que la transformación judicial ha golpeado sus negocios. Sin embargo, asegura que no cederá.
Además, su diagnóstico del país es tajante: violencia, impunidad y una élite cómoda. Por eso, impulsa un frente social para contrapesar a la Cuarta Transformación desde la resistencia civil organizada.
En ese marco, presentó el Movimiento Anticrimen y Anticorrupción (MAAC). A su juicio, primero debe nacer el proyecto y después el conductor. Por ahora, él financiaría el arranque.
Asimismo, el descontento ciudadano sería el combustible. Aunque todavía no escala nacionalmente, plantea tácticas graduales: cacerolazos, paros sectoriales y campañas de presión focalizada, con narrativa digital y calle.
No obstante, el éxito depende de la oposición. Tanto de los partidos con asientos en el Congreso como de organizaciones que buscan registro en el INE y redes cívicas locales.
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En paralelo, crecen conjeturas sobre 2030. ¿Irá Salinas Pliego en la boleta o jugará fuera de pista, al estilo Elon Musk? Él prefiere hablar de arquitectura del proyecto.
De hecho, usa una metáfora de Fórmula 1: el dueño arma la escudería y los autos; los pilotos vendrán después. Así, él pondría estructura, financiamiento y reflectores.
Por otra parte, su ecosistema mediático acelera. En septiembre, Grupo Salinas activó el informativo ADN/Informativo 40, ideado por Luciano Pascoe, con Manuel López San Martín al frente.
Además, al interior se ordenó un town hall para alinear mensajes y bajar un decálogo de acción: organización, disciplina narrativa y presión no violenta desde la sociedad civil.
Ese marco remite al manual de Gene Sharp sobre resistencia no violenta: fortalecer ciudadanía, robustecer organizaciones, crear masa crítica y planear estratégicamente la liberación política.
Sin embargo, el propio Tío Richie reconoce que un desafío personal no basta. Requiere adhesiones masivas, cuadros regionales y coordinación táctica, o el intento quedará en proclama.
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Mientras tanto, el oficialismo lo tilda de “telecracia”. Aun así, él busca ocupar el vacío opositor: recursos, audiencia y un relato anticorrupción con pruebas y casos.
En síntesis, MAAC es la jugada. Si prende, reorganizará la conversación pública; si falla, exhibirá límites del empresariado politizado. En ambos casos, habrá costos y aprendizajes.
Por ahora, Salinas Pliego quiere poner la escudería. Faltan pilotos, estrategia y pista homogénea. La carrera hacia 2030 apenas calienta motores, pero el semáforo ya está en ámbar.
Crédito: Alberto Aguirre, columnista de La Política Online.
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